De la mejor forma que pudo trató de recomponerse para salir de nuevo al ring. Se colocó cada extremidad donde correspondía, cogió aire y, sin pensarlo, dio un paso hacia adelante.
De pronto, un golpe; se sintió anulada otra vez. Retrocedió, se recompuso y siguió intentándolo. Era una batalla sin sangre ni destrozos -aparentes-. Una batalla que venía de lejos y que aún no había conseguido ganar. Probó de nuevo, pero esta vez el choque resultó demasiado violento: algunas partes de su cuerpo -no sabía cuales y prefirió seguir sin saberlo por el momento- habían volado varias decenas de metros.
Unos minutos después, derrotada, decidió recogerse -literalmente- y, una a una, fue ensamblando todas las piezas que habían saltado por los aires. Temblando, descubrió qué era aquello que había llegado tan lejos; lo recogió, miró a su opnente con cara de cansancio y descubrió que este no parecía ni percatarse de lo que estaba sucediendo a su alrededor.
-Basta -se dijo-, es hora de volver a casa.
Y decidió no volver a intentarlo nunca más.
[s.]
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