Una nota

Verano, calor, mi pueblo, una bici (eso siempre) que alguno llamaría 'vintage' por el placer de quedar bien, pero que yo llamo vieja porque siempre se ha dicho así, y porque la mía de siempre aún no la tengo por tierras armuñesas; una cámara (eso también siempre) y un paseo antes de que cosechen el trigo. Nueva cabecera. ¡Viva!

Un cigarrillo, dos caladas seguidas para encenderlo bien, una mano en el bolsillo y una mirada hacia arriba. Gestos que nunca faltaban, gestos propios/involuntarios/habituales/todaslasanterioressoncorrectas de la hora de descanso.

Que por qué se llamará así si sólo son veinte minutos. Pregunta que pasó por su cabeza cada día durante los dos primeros meses de trabajo, pero ahora ya se había acostumbrado a esa ratonera.

Volviendo a los gestos involuntarios, su padre siempre se lo decía; decía hijo, que te vas a quedar con la costumbre, que no tiene nada de malo salvo eso, la costumbre.

Pero nada.

Miraba al cielo, a ese bocadillo de ladrillos y estrellas que eran las paredes del callejón.

Dónde iba a mirar si no.

Pero hoy la mano huyó pronto del bolsillo.

No es que quisiese desatender su cita habitual, es que se había topado con algo... un papel, que es servilleta, que está escrita (que ser y estar no es lo mismo, queridos, que ya se lo dijo un sabio en su día a los yankis). Una nota, vamos.

Y las notas encontradas por sorpresa ya sabemos que pueden a cualquiera, por mucha rutina que exista. Notas de papel, o musicales, me da lo mismo. Yo personalmente prefiero las musicales, pero tampoco soy capaz de desviar la vista de un pedazo de papel escrito, no vamos a engañarnos.

Y ya puestos a deshacernos de las rutinas, nuestro protagonista tiró el cigarro. No porque quisiera dejar de fumar -que es una costumbre, pero esta mala de verdad-, si no porque recordemos, tenía una nota entre sus dedos. Una nota que es servilleta que está escrita.

Que qué más nos da a estas alturas saber qué pone en la nota, que no es para nosotros, que es para el fumador de gestos -ya no tan- habituales.

Pero no nos da igual, cotillas.

Y digo yo, que ya que nos ponemos a romper la costumbre, hagámoslo todos.

Y quedémonos con la curiosidad de saber qué pone.

Y aprendamos a convivir con ella. Con la curiosidad no con la nota.

Y rescatémonos (todo junto, ¿eh?) de las rutinas.

[s.]