13 de marzo de 2011

Como niños chicos

Las placas tectónicas se están moviendo. Pero los daños sólo nos afectan a nosotros, los humanos, que hemos poblado la superficie terrestre con millones de construcciones de hormigón y cemento y cientos de centrales eléctricas y nucleares. No quiero apoyarme en ningún tipo de profecía (maya, para ser más exactos) porque por principios no creo en esas cosas. Sin embargo, si algo queda claro es que a pesar de tanto avance tecnológico, cualquier civilización existente hace miles de años conocía la Tierra mejor que se conoce hoy en día. Y es que hemos aprendido a ignorar peligrosamente cualquier aviso que no nos gusta. Todavía hay gente que prefiere creer que el cambio climático es una mentira. Como los niños pequeños.

Sin embargo, ahora ha llegado un momento en que las tripas de la Tierra se han empezado a revolver. ¿A nadie le parece extraño que de golpe, en 10 años, los almendros florezcan en febrero? ¿O que toda centroamérica y sudamérica se esten estremeciendo más que nunca a causa de los terremotos? ¿O que las islas japonesas hayan sufrido en 3 días un terremoto, un maremoto y que ahora estén a punto de morir a causa de un accidente nuclear? ¿Nadie sospecha nada? Quizás esas cadenas de acontecimientos se deban a que la Tierra se ha cansado de tanto gilipollas. Yo, si hay algo de lo que esté segura, es de que el mundo no lo mueve el amor; tampoco el dinero; no seamos egocéntricos, el mundo se mueve sólo. Con o sin nosotros. Y creo, sólo creo, que se ha empezado a cansar de la plaga que tiene encima.

El mundo no se acaba, si acaso acaba con nosotros. Y aún así, a algunos, lo primero que se les pasará por la cabeza será y yo con estos pelos.

s.

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