A veces, no siempre, hay que permitirse volar. No volar como cuando tu cabeza vuela en medio de clase, ni como cuando escuchas a alguien que no te interesa, ni como cuando te vas de vacaciones. Se trata de otro tipo de vuelo. Hablo de permitirte hacer algo mal y aún así saber que lo has hecho a propósito; y reírte de ello; y no culparte. Volar por encima de todos, a ras de suelo o haciendo círculos. Volar muy alto y después caer en picado. Mirarlo todo desde todos los puntos, en todos los colores y de todas las formas excepto la tuya. Aprovechar el vuelo, disfrutar del viento, de la lluvia en la cara y de no tener los pies en la tierra.
Y una vez que estés en pleno vuelo ser consciente de ello. Y volver a la vida terrestre con cosas que hasta entonces no conocías, gente nueva en el bolsillo y algo nuevo aprendido. Algo que tus ojos del día a día no hubieran sabido ver... Es la gracia de volar, sólo hay que tener cuidado de no tropezar en el despegue.
A veces, no siempre, hay que permitirse volar.
s.
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