20 de octubre de 2011

Es sólo una celda más de la colmena

Ninguna foto, ningún vídeo o ningún texto podría describir a la perfección la sensación increíble de poder estar, como yo ahora, sentada en una terraza cualquiera de un piso doce. Estamos en pleno octubre y todavía me choca que esté comenzando la primavera. En esta terraza, que da al oriente, estoy en tirantes y a la sombra, y no tengo más que mirar de frente para contemplar la inmensidad de los Andes que rodean la ciudad. Unas montañas intimidantes, pero a la vez protectoras con todo eso que se extiende a sus pies, unas montañas a las que aún les quedan algunos vestigios de nieve que recuerdan que hace tan sólo dos meses nadie podía salir a la calle sin gorro y bufanda. Y una vez más, Santiago de Chile, a sus pies, iluminado en naranjas y amarillos como si de un decorado de película se tratase. Sólo el bullicio me recuerda de nuevo que la ciudad sigue viva y que no es más que eso, otra ciudad. Pero no sé... yo no me quiero ir nunca de aquí.

Sara

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