18 de abril de 2012

Un tren

Foto: sriesco


Será el cambio de horario, que siempre me hace acabar el día bien entrada la noche, pensando en los buenos ratos... O será esta manía mía de fotografiar hasta el grano de arena más feo, sin pensar en las trágicas consecuencias que tendrá el rememorar esos momentos meses, años más tarde. Y eso. Se hace tarde. Y yo doy paso a mi sueño más tarde que de costumbre. Que la costumbre de los demás, digo, porque la mía ya va tarde de fábrica.

Y ese sueño pasa delante de mis narices, a las tantas de la madrugada, arrastrando como un tren de juguete tras de sí vagones en forma de instantes preciosos y sensaciones profundas e intensas. Inolvidables. Mi sueño aún traquetea como burlón, me rodea y me atrapa. Me adormece con el vaivén, me sostiene amarrada a la vía como a una víctima de western barato, mientras todos esos recuerdos que trae tras de sí me pisotean y sobrepasan.

Y mientras intento dormir, de nuevo más tarde que la costumbre de los demás, voy notando esa sensación como de labios amielados. Ese llorar de placer y ese llorar de dolor. Ese quiero y no puedo. Esa frustración obligada que es el tratar de viajar a costa de la imaginación, aprovechando los minutos de antes de dormir atropellada por un tren.

s.


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