15 de marzo de 2013

Superviviente


Tiene algo de tristeza y de no parar de pies,
de subidas con el viento y bajadas al sol.
Tiene algo, mucho, de color, de sabor y de calor mal camuflado entre olas y ululeos.
Tiene vida en su muerte,
que es su esencia.
Es la sombra de los que la levantaron
resignada y puesta a tender
pisoteada, descascarillada con el paso del tiempo. Pintada.
Y repintada.
Vida tras vida.
Es amarilla, azul, roja, naranja, verde, violeta.
Tiene algo de superviviente, al fin y al cabo.
Y le pesan las cuestas y le tiemblan los huesos.
Se agarra las faldas para aligerar el paso
o se mesa la barba en lo alto del cerro y a veces
tiembla.
Tiembla, cruje, grita como queriendo arrancarse y lanzar las raíces al mar.
Sus cimientos chillan, tratan de saltar, echar a nadar.
Tiene algo de viajera, siempre esperando al siguiente tren, y al siguiente.
No por placer.
Sí por mirar a los ojos al mar.
Por saber de su presencia de una vez.
Que está ahí, del otro lado, solemne, oculto
burlón y paciente
sereno y Pacífico.
Invisible.
Tiene algo de mirada perdida y de droga adictiva.
De herida abierta.
Se graba en las mentes. Para siempre.
Y nunca se va.
Permanece.

s.

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