10 de junio de 2013

Señor Mosca



El señor Mosca lleva dando vueltas todo el día, vueltas alrededor de las cosas sin ningún sentido ni ningún fin. Su preocupación no va más allá de lo que se encontrará tras ese frutero. Y cuando gire, otra vez a empezar. El señor Mosca oye, pero no escucha; mira, pero no ve; camina, vuela, pero no avanza. Hace tiempo que se encuentra sumido en una especie de estado catártico en el que las horas se deslizan a su alrededor como remolinos de aire, pero sin despeinarle ni un pelo; mientras, los problemas se amontonan a sus espaldas. Pero ya se sabe: ojos que no ven...

El señor Mosca no trabaja, fuma, bebe y hace caso al médico que nunca recomienda lo que los otros nueve. Y lo hace sin querer. Es especialista en tirar su vida por la borda sin que nadie se entere; ni siquiera él mismo. No se confundan, el señor Mosca no es tonto. El señor Mosca es inteligente y astuto, pero utilizar esas capacidades requiere esfuerzo y prefiere vagar en el espacio y el tiempo. Sabe que algún día todo esto tendrá que acabar. El señor Mosca sabe que posiblemente su fin llegue de la forma más tonta y en el momento más inesperado. Y como lo sabe, vuela, camina, vaga y levita sin dedicar su tiempo a nada y a nadie más, porque si hay algo que odia es tener que dejar las cosas a medi

s.

11 de abril de 2013

Horriblemente tranquilo



La ventana se abre a la calma chicha. Allá abajo, los plátanos. Por lo menos la mitad de las hojas están inmóviles y el movimiento de las otras es apenas un estremecimiento. Como si alguien les hiciera cosquillas. Traspiro como un condenado. El aire está tenso, pero ya sé que nada va a estallar. ¿Qué puedo decirme? Este es el momento, estoy seguro. En los días en que estuve alegre, siempre me falseé, siempre creí en lo que no soy, la vida color de rosa, etcétera. En las noches en que me sentí mal como para llorar a gritos, no lloré a gritos si no silenciosamente, tapado por la almohada. Pero ahí uno también exagera. No se puede ser lúcido con el pecho hinchado de congoja, o de desesperación. Mejor llamémosle desesperación. Sólo para mí, claro. Que los demás cuelguen sus etiquetas: hipocondría, neurastenia, luna. Yo he llegado a un pacto conmigo mismo y por eso la llamo desesperación. Éste es el momento, estoy seguro, porque no estoy alegre ni desesperado. Estoy, cómo decirlo, simplemente tranquilo. No, ya me falseo. Estoy horriblemente tranquilo. Así está mejor.

Gracias por el fuego
Mario Benedetti

15 de marzo de 2013

Superviviente


Tiene algo de tristeza y de no parar de pies,
de subidas con el viento y bajadas al sol.
Tiene algo, mucho, de color, de sabor y de calor mal camuflado entre olas y ululeos.
Tiene vida en su muerte,
que es su esencia.
Es la sombra de los que la levantaron
resignada y puesta a tender
pisoteada, descascarillada con el paso del tiempo. Pintada.
Y repintada.
Vida tras vida.
Es amarilla, azul, roja, naranja, verde, violeta.
Tiene algo de superviviente, al fin y al cabo.
Y le pesan las cuestas y le tiemblan los huesos.
Se agarra las faldas para aligerar el paso
o se mesa la barba en lo alto del cerro y a veces
tiembla.
Tiembla, cruje, grita como queriendo arrancarse y lanzar las raíces al mar.
Sus cimientos chillan, tratan de saltar, echar a nadar.
Tiene algo de viajera, siempre esperando al siguiente tren, y al siguiente.
No por placer.
Sí por mirar a los ojos al mar.
Por saber de su presencia de una vez.
Que está ahí, del otro lado, solemne, oculto
burlón y paciente
sereno y Pacífico.
Invisible.
Tiene algo de mirada perdida y de droga adictiva.
De herida abierta.
Se graba en las mentes. Para siempre.
Y nunca se va.
Permanece.

s.

24 de diciembre de 2012

Tácticas


Tengo un plan. Un plan minúsculo, muy simple.
Tan simple y sencillo como que esta vez
no hay táctica
ni estrategia.
Ahora... telón y abismos asustan por igual
asustan
persiguen
atrapan
y oxidan
el pensamiento.
Pero no importa,
porque tengo un plan.
Minúsculo, muy simple.

s.

19 de mayo de 2012

Girls gone wild



Todavía se me revuelve a menudo el estómago. De rabia, de impotencia, de mil cosas...
Como de los recuerdos lejanos, el telediario, la política.
De los coches que aceleran en los semáforos, ver fotos antiguas.
La comida en mal estado, las mercerías.
Los teléfonos que suenan, las oficinas, los libros de papel blanco.
O de pensar en todo lo que me queda para volver...

s.

18 de abril de 2012

Un tren

Foto: sriesco


Será el cambio de horario, que siempre me hace acabar el día bien entrada la noche, pensando en los buenos ratos... O será esta manía mía de fotografiar hasta el grano de arena más feo, sin pensar en las trágicas consecuencias que tendrá el rememorar esos momentos meses, años más tarde. Y eso. Se hace tarde. Y yo doy paso a mi sueño más tarde que de costumbre. Que la costumbre de los demás, digo, porque la mía ya va tarde de fábrica.

Y ese sueño pasa delante de mis narices, a las tantas de la madrugada, arrastrando como un tren de juguete tras de sí vagones en forma de instantes preciosos y sensaciones profundas e intensas. Inolvidables. Mi sueño aún traquetea como burlón, me rodea y me atrapa. Me adormece con el vaivén, me sostiene amarrada a la vía como a una víctima de western barato, mientras todos esos recuerdos que trae tras de sí me pisotean y sobrepasan.

Y mientras intento dormir, de nuevo más tarde que la costumbre de los demás, voy notando esa sensación como de labios amielados. Ese llorar de placer y ese llorar de dolor. Ese quiero y no puedo. Esa frustración obligada que es el tratar de viajar a costa de la imaginación, aprovechando los minutos de antes de dormir atropellada por un tren.

s.


6 de marzo de 2012

Pájaros en la cabeza

Siempre dice que tengo muchos pájaros en la cabeza
Ahora me lo acaba de recordar.
Era algo que repetía siempre que yo decía que me quería largar.
Y, sea como sea
estoy bien orgullosa
porque hasta el momento el resultado del partido no es otro
que Pájarosenlacabeza 1- Eso 0.
Por eso ya nunca los mando aterrizar. Que vuelen, que vuelen.
Que a algún lado llegarán.

s.

18 de febrero de 2012

Hoy no sé qué título poner


Me he quedado solo, fumando un cigarro,
quizás he pensado nostalgia de ti
y desde esta curva donde estoy parado
me he sorprendido mirando a tu barrio
y me han atrapado luces de ciudad.

Sigo esperando que venga ese Tiempo que dicen que lo cura todo. Debe de tener un maletín gigante... de esos que los abres y no sabes qué sacar; en los que da miedo tocar algo; donde todo está ordenadito y parece muy frágil.

Porque otra cosa no, pero puntual y ordenado lo es un rato. Por algo se dice eso de "cada cosa a su tiempo", supongo... El caso es que no hay nada que más quiera en el mundo que sacar mi mochila, la de caminar. Caminante no hay camino. Entonces habrá que darle la mano al Tiempo y como él, arrastrar nuestro equipaje poco a poco y con paciencia... Y qué remedio, puede que la solución sea dejarnos guiar por los segundos... O quién si no se va a conocer mejor lo que queda por recorrer.

Señor Tiempo, sepa que mi mochila siempre está hecha. Por si las moscas.

s.

21 de enero de 2012

Cubo para las ideas sueltas.



Con frío y con sueño se escribe mejor. O al menos fluyen mejor las palabras que con calor y sin nada que hacer. Quizás sea la prisa por acabar y poder volver a meter las manos en los bolsillos. O por terminar y releer entre sueños -o pesadillas- lo que acaba de salir de tu cabeza. Como si la tinta surgiese de una grieta y dejase fluir las ideas constantemente... en ese caso, debería irme encargando de encontrar alguna herrada, de las que había en los pozos de los pueblos, para ponerla debajo del goteo y que no se me escapen más.

Me gusta el sonido del goteo, me adormila. Como los días que dejan pasar el tiempo sin más que hacer que sentarse en el cesped o tomar un vino con frutas; también me adormilan. Y esta ciudad, piedra preciosa en todos los sentidos... dorada y viva, helada y muerta, petrificada de piedra, en el tiempo... Nada cambia, nada pasa, nada esperas. Como un mullido colchón de paja que tan pronto te acoge como te hinca sus ramas para que huyas... te adormila también.

Pero ya dije... con frío y con sueño se escribe mejor. Escribamos pues, hasta que tengamos que salir del colchón de paja que no deja de ser, al final, un simple nido.

s.

11 de enero de 2012

Sleep


Seis meses después. O cinco, no lo sé exactamente y evito contarlo. Equis meses después he vuelto. Y quizás sea por el contraste de temperaturas, de hemisferios o de número de amigos disponibles y sin exámenes... en cualquier caso desde que regresé sólo veo la ciudad en blanco y negro. Quizás la niebla diaria ayude. Y la casi constante temperatura bajo cero también. Por mucho que lo intento, ya no consigo dormir antes de la medianoche sureña. No hay rutina de ningún tipo. Los recuerdos recientes se amontonan en mis arterias y me cortan la circulación. El gorro que hace un mes, en aquel verano casi antártico, había ayudado a mantener mis orejas calientes ahora sólo las aprieta y no me permite oír más que mi propio pulso. Es una sensación como de aturdimiento. La garganta se me hizo un nudo (con lazada) hace algunos días y aún sigue ahí, como si fuese un regalo de Navidad. Qué apropiado. Y me da por volver a escribir sin tener nada nuevo que contar... mala señal.

Sara.


27 de diciembre de 2011

Valpo-lo-hizo



Valpo es un quiero y no puedo
Es un montón de colores
Que compiten por brillar
Y un tren que los subraya
Es un aliento para subir escaleras y un sus
Susurro de ánimo para bajarlas
Son muchos rincones llenos de
Poesía en las paredes en
Los escalones en
Los desconchones de las paredes
Son los cerros que huelen a viejo
Sin poder siquiera aso-mar-se a tocar el mar
Y es que Valpo
Con su quiero y no puedo
Espera paciente día y noche el momento para encontrarse
Con esas olas que oye
Que ve
Que huele
Que siente
Pero que no toca
Más que en las madrugadas de pescadores
Y en los abrazos en el muelle
Valpo es el quiero y no puedo
Más bonito del mundo

Sara.

20 de diciembre de 2011

La ciudad de la furia



En esta ciudad el calor húmedo se pega a la piel. Pero no como cualquier otro calor húmedo. Aquí los niños juegan a despegárselo como quien se despega la capa de cola de pegar de los dedos. De noche una mezcla extraña de luces naranjas, silencio y basura, hace que se encojan los ombligos, pero de vez en cuando aparece una plaza con sonidos de jazz y de gente hablando en todos los idiomas y te invita a una caipirinha, o algo así. La gente te persigue. Los vendedores lo hacen por oficio, los paisanos, por sangre. Y es que debe ser que la sangre que corre por las venas de los bonaerenses más que correr salta, y habla, y pregunta, y grita. Y al hablar agita los dedos en racimo como los italianos. De ahí que sea normal ser perseguido por un argentino que no necesariamente tiene que estar bailando tango. Digo no necesariamente, pero es algo que suele pasar.
Y es que el caminar de la gente tiene algo de tango. Y también de claqué, y de flamenco. La alegría del andar y el entusiasmo del hablar, eso sí, se compensan con el gris de los edificios y el marrón del río. Ese río que esconde en su horizonte a Montevideo, como si fuera el fugitivo que escapa de los candados de cemento de esta ciudad, la de la furia.

Sara

17 de diciembre de 2011

Cafetín de Buenos Aires.



Mañana vuelo, en todos los sentidos.
Vuelo, de volar en avión. Me voy al aeropuerto y aún no es para volverme a España. Bien.
Vuelo, de volar. Yo sola, digo. Volar en un sueño, que es ir a Buenos Aires y Montevideo. Mejor.
Y aún no me creo que vaya a pisar esas ciudades, tantos años esperadas y tan de repente al alcance de mi mano. Tampoco me creo que no me encuentre ni nerviosa. Todo lo que hay en mi cabeza, que me han enseñado Benedetti y Galeano; Oliverio Girondo; Calamaro, Charly, Fito, Cerati o Sebas Teysera; Eliseo Subiela, Campanella, Darín... todo eso, por fin se va a materializar. Por alguna razón equis, desde hace bastantes años cualquier cosa con el sello argentino o charrúo me atrae 15 veces más que cualquier otra... y, por fin, por unos días voy a poder mezclarme con esos porteños; esa calle 25 de mayo o 8 de octubre; Avellaneda y la Tregua; Darío Grandinetti y Sandra Ballesteros cruzando el río de la Plata entre nubes grises... no sé, sólo de pensar que todo eso va a aparecer ahí, delante de mí...
Ay... me da un escalofrío.

s.


En tu mezcla milagrosa

de sabihondos y suicidas
yo aprendí filosofía,
dados, timba y la poesía
cruel, de no pensar más en mí.

Gardel

16 de diciembre de 2011

Copihue


Ha sido un impulso. Pero el impulso más premeditado que he tenido nunca. Siempre lo digo... soy indecisa, pero cuando sé que quiero algo, es seguro que lo quiero. Me llevó meses y meses. Como venir a Chile. Y se acaba de revelar. El impulso, digo. Lo llaman también Largo Suspiro, pregón del dolor indígena. Pues eso. Bienvenido, copihue.

Sara

11 de diciembre de 2011

Segunda primavera


Es verdad, hace tiempo que empezó. Quedan sólo unos días para que empiece el verano, unas semanas para volver al frío helador de mi ciudad y el calor achicharrante de diciembre no me deja más que arrepentirme de no haber intentado que el tiempo pasara más despacio. Para celebrar mi segunda primavera de este año me he cambiado de barrio. A una casa más grande, más bonita, de colores, de poemas. Está en un barrio más santiaguino y por tanto más descascarillado. Pero también más de colores, como la casa.

Ayer al salir a comprar pasé por delante de un local cerrado, pero con las ventanas abiertas; de ellas colgaba un cartel de "se vende" y la música salsera salía volando a todo trapo. Hoy, domingo, mercadillo de productos frescos. Los niños juegan en la calle al balón y en la esquina de enfrente de mi casa una familia peruana vende el mejor pollo asado que he probado en mi vida. Un señor con un carrito vende jugos helados recién hechos a la salida del metro. Otro señor con una bicicleta reparte bombonas de gas. Lo llaman el barrio universitario, aunque de universitario parece que tiene poco. La fiesta. Y ya. Por la noche falta alguna luz por las calles y a veces el silencio asusta.

Pero aún así no hago más que preguntarme dónde he estado viviendo desde hace cinco meses. Aquello no era Santiago, esto sí.

s.

12 de noviembre de 2011

Cerrado



...por cese de negocio
por falta de ideas
o por exceso de equipaje.

Por falta de presupuesto
por cansancio
por jubilación anticipada
por tribulaciones interiores
por vacaciones temporales
por defunción
por luna de miel
por crisis
por traslado
por falta de público
por problemas con la justicia.

Sara.



22 de octubre de 2011

A los cuatro vientos


A todos los que me preguntan una y otra vez que por qué Chile, por qué Latinoamérica y no Europa... Es necesario escuchar esta canción, ver este vídeo, atender a su letra y a los gestos para entender que no se trata de cruzar el charco o no. Se trata de sentir la piel de gallina y de sentir el orgullo en el pecho por poder vivir una parte de mi vida en esta parte del mundo. Por poder descubrir una forma de vida en la que se lucha para mejorar y para poder entregarle al de al lado todo lo que se tiene, por poco que sea. Es América Latina, un pueblo sin piernas pero que camina.

Sara

*En el vídeo: Inti Illimani, Camila Moreno (artistas chilenos) y Calle 13 (Puerto Rico) en el festival internacional de música de Viña del Mar (Chile).

20 de octubre de 2011

Es sólo una celda más de la colmena

Ninguna foto, ningún vídeo o ningún texto podría describir a la perfección la sensación increíble de poder estar, como yo ahora, sentada en una terraza cualquiera de un piso doce. Estamos en pleno octubre y todavía me choca que esté comenzando la primavera. En esta terraza, que da al oriente, estoy en tirantes y a la sombra, y no tengo más que mirar de frente para contemplar la inmensidad de los Andes que rodean la ciudad. Unas montañas intimidantes, pero a la vez protectoras con todo eso que se extiende a sus pies, unas montañas a las que aún les quedan algunos vestigios de nieve que recuerdan que hace tan sólo dos meses nadie podía salir a la calle sin gorro y bufanda. Y una vez más, Santiago de Chile, a sus pies, iluminado en naranjas y amarillos como si de un decorado de película se tratase. Sólo el bullicio me recuerda de nuevo que la ciudad sigue viva y que no es más que eso, otra ciudad. Pero no sé... yo no me quiero ir nunca de aquí.

Sara

7 de octubre de 2011